Las ranas: la clave para nuevos fármacos
Durante miles de años, la humanidad ha utilizado sustancias naturales provenientes de plantas y animales con fines curativos, rituales, y hasta cosméticos. Un caso fascinante es el de las ranas, cuyos productos se han empleado a lo largo de la historia en diversas culturas, desde la medicina tradicional hasta la exploración de tratamientos avanzados.
Los antiguos egipcios, en el segundo milenio antes de nuestra era, ya documentaban el uso de sustancias de origen animal para aliviar enfermedades. Sin embargo, no fue hasta el siglo XVIII que la investigación científica comenzó a analizar la base biológica de estos remedios. Por ejemplo, la aspirina, hoy ampliamente utilizada como antiinflamatorio, tiene sus raíces en las prácticas de Hipócrates, quien en el 500 a.C. recomendaba el uso de hojas de sauce blanco para aliviar el dolor.
Hoy en día, aunque muchas medicinas se sintetizan químicamente, más del 40% de los medicamentos actuales provienen de sustancias naturales, incluyendo plantas, microorganismos, y animales como las ranas.
Las ranas han sido símbolos de fertilidad y renovación en diversas culturas. En la civilización mexica, por ejemplo, la diosa de la tierra y la fertilidad, Tlaltecuhtli, era representada como una rana, un símbolo ligado a la vida y el agua. Pero su relevancia va más allá del simbolismo: en varias civilizaciones antiguas, como la asiria, ya se usaban productos de la rana para el tratamiento de infecciones oculares.
Incluso hoy, algunas comunidades indígenas en México emplean las secreciones de ciertas ranas para tratar la tos o la diabetes. En el Amazonas, la secreción de la rana Phyllomedusa bicolor, conocida como ‘kambo’, se usa para mejorar la resistencia física en cazadores y es aplicada en pequeñas heridas, lo cual provoca una reacción física intensa y un estado de alerta mejorado.
El interés en las secreciones de ranas aumentó a lo largo del siglo XX cuando los científicos descubrieron compuestos activos como la enteramina y otros péptidos. Uno de los descubrimientos más innovadores fue el concepto de un «triángulo piel-cerebro-intestino», propuesto por el investigador Vittorio Erspamer. Según esta teoría, ciertos péptidos presentes en la piel de los anfibios también se encuentran en el cerebro y el intestino de mamíferos, lo que sugiere una relación evolutiva y funcional. Este vínculo ha permitido identificar en la piel de las ranas moléculas que podrían tratar enfermedades humanas.
Hasta ahora, se han aislado más de 400 péptidos con efectos farmacológicos como la analgesia, la vasodilatación, la regulación inmune y el control de infecciones. Un ejemplo es la dermorfina, un analgésico 1,000 veces más potente que la morfina. La estructura única de estos péptidos de ranas les da una ventaja: se producen en grandes cantidades y no requieren sacrificar a los animales, ya que pueden recolectarse de manera repetida y segura.
En la actualidad, los estudios de investigación sobre las secreciones de ranas se concentran en desarrollar tratamientos que controlen enfermedades inflamatorias sin debilitar el sistema inmune. En el Instituto de Biotecnología de la UNAM, se está trabajando en péptidos de la rana Pachymedusa dacnicolor, que muestran un prometedor potencial como antiinflamatorios con menor toxicidad.
La riqueza de la biodiversidad de las ranas sigue ofreciendo un vasto campo de investigación, desde los conocimientos ancestrales hasta los laboratorios actuales. Estos animales continúan inspirando nuevos fármacos que podrían representar el siguiente gran avance en la medicina, ofreciendo tratamientos más eficaces y seguros para enfermedades actuales.
Ver esta publicación en Instagram